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lunes, 6 de abril de 2009

Cuerpos con nombre y apellido

Publicado en Baruyera 5 Mariano Fernandez Valle El derecho coloniza a las mujeres, como fiel reflejo masculino que es. Si las mujeres son colonizadas porque el derecho recoge una situación existente o si el derecho mismo es el motor de la colonización es una discusión algo absurda. Es absurda, porque cualesquiera sean las causas y las consecuencias, es evidente que la situación es injusta, que debe cambiar de forma urgente y que es el caldo de cultivo de una revolución que espero no tarde en llegar. El derecho siempre ha visto a las mujeres como los varones ven a las mujeres: como objetos, como propiedades, como parte del acervo familiar, como parte del honor de alguna otra persona o colectivo. Y si bien estas visiones han comenzado a cambiar en los regimenes legales existentes y la discriminación formal muestra una sana tendencia a la desaparición; bajo el nuevo aparente manto de neutralidad subyacen las viejas practicas, los viejos operadores del sistema, los estereotipos y las increíbles asimetrías de poder construidas y/o reforzadas por la historia legislativa. La neutralidad legal asume que todos estamos posicionados en el mismo lugar y por eso compra acríticamente las innumerables desigualdades en los puntos de partida. Por eso, de neutralidad tiene poco y nada. Hoy día estas reformas formales muestran un impacto marginal en la situación de las mujeres y tras esa neutralidad aparece nuevamente el nombre de las mujeres, su visibilización, sus exigencias, la necesidad y el derecho a ser reconocidas, respetadas, valorizadas y reparadas. Reparadas por la cosificación, por la violación, por la indiferencia, por el atropello, por la ocupación. Las leyes han empezado nuevamente a tener nombre y apellido, a reconocer los derechos de las mujeres, a reconocer los derechos de las indígenas, a reconocer los derechos de las migrantes. A entender que el derecho ha sido edificado por tiranos, con cara de varón blanco, heterosexual y con dinero. Estos derechos no son nuevos, sino esos mismos que fueron sostenidamente negados e invisibilizados. Pero nada cambia. Este proceso todavía no ha mostrado todo lo que debe mostrar. En la lista de espera quedan millones de mujeres lesbianas, millones de mujeres pobres, millones de mujeres en situación de prostitución, millones de mujeres transgénero, que algún día terminaran por revertir el sostenido intento de colonización y mostraran los cuerpos que han sido enterrados bajo las normas y las practicas. Estos cambios se especificaran aun mas y los grupos se desagregaran, porque nadie quiere quedar atado a ningún estereotipo. Las mujeres serán también lesbianas y las lesbianas empezaran también a tener nombre y apellido. Al final del día, quizá, solo quedaran las personas. Y así empezará un nuevo proceso, donde la universalidad de los derechos humanos sea realmente inclusiva de la interminable diversidad de las personas humanas. Y los cuerpos seran reconocidos universalmente en toda su individualidad, intentando ser una realidad práctica y no solo normativa.

lunes, 2 de febrero de 2009

BARUYERA 5 - Acerca de la construcción social del cuerpo sexuado

por gabi dv. Los hombres y las mujeres de nuestra época –probablemente, de todas las épocas- son cuerpos sexuados: un producto cultural, una construcción social, ya que los modos de habitarlo despliegan sus posibilidades en los escenarios de la opresión de género, clase, etnia, religión, etc. ¿Lo qué? Hacia allá vamos, pero antes, un paréntesis indignado: No me gusta la expresión “habitar el cuerpo sexuado”, como si el cuerpo fuera el lugar donde el YO –una entidad muy difícil de conceptualizar- vive. Como si ese YO fuera otra cosa distinta del cuerpo, un cuerpo-vaso-hueco, ¿relleno? de un ¿alma? ¿psiquis? ¿mente? Realmente, no entiendo. Deconstruirse mujer A las mujeres se nos niega el derecho a ser cuerpos potentes. Piercings y tatuajes no son para nosotras (solía tener una argollita en el labio inferior, recuerdo que un casi-amigo me dijo que no le gustaba porque era muy “masculino”. Que alguien me explique que tiene de masculino una argolla…). ¿Será porque no nos bancamos el dolor? Depilación con cera, corpiños con aro, binchas de plástico, tacos aguja, tangas de infames elásticos. Todo eso sí es femenino. Y todo duele mucho. Sentidos hegemónicos, cuak! No por construcción menos eficiente y real: con el tiempo, te deja de doler. Te acostumbras, se te hace un callito al costado, debajo de la axila, donde se te clava el aro del corpiño, en el talón, donde se apoya el taco aguja. Nos terminamos convenciendo de que hacerte un pap, o una ecografía intravaginal es “un examen de rutina”. Bueno, todas esas practicas de transformación del cuerpo femenino que se naturalizan. No por nada dice Preciado que la mujer hoy –biomujer del neocapitalismo fármacopornográfico… qué genial señora- es ya tecnomujer. Y de repente, un día como cualquier otro, te gusta ella (y ella es cuerpo potente). Ser lesbiana hace estallar la economía erótica hegemónica: ¿Quién es masculina y quien femenina? porque masculina es la imagen de la marimacha, pero masculina tambien es la que encara, la que avanza. (Ah, no, el psicoanalisis dice que eso es falico) ¿a quien le toca dar el primer paso? ¿y el primer beso? ¿Cuales son las reglas del levante lesbico? Con lo arbitraria que es la logica binaria, casi cualquier caracteristica de nuestros cuerpos y de nuestros modos podria ser calificada como masculina o como femenina. lo que no entiendo bien todavía es cual es el criterio… lo que no entiendo bien todavía es donde caigo yo… prefiero pensar que la dicotomía es falaz: la dicotomía se sostiene a fuerza de practicas normalizadoras que van desde el bisturí hasta los ejercicios de “gimnasia modeladora”, en una amplia gama de regimenes de transformación del cuerpo mas - menos sangrientos, mas - menos dolorosos, que tienen como único objetivo acercar los cuerpos a alguna de esas dos únicas posiblidades: tipos puros de masculinidad y feminidad. Mas vale que nos demos cuenta pronto que si una mide metro y medio, es imposible acercarse, que si una es gorda, barbuda, se viste con ropa cómoda, y no linda y complicada, rota o manchada, y no limpisima y planchadísima, si una usa zapatillas en vez de tacos, mochila, en vez de carterita diminuta… bueno, podría seguir hasta el hartazgo, pero me parece que para ilustrar alcanza, no? El tema es deconstruir el deseo que nos impusieron a ser ese cuerpo imposible -preguntarnos por qué, para qué, para quién/es querríamos ser-, reconocernos cuerpos potentes, desistir de guiarse por las reglas –y marcas- de género, e inventar. Porque una se queda sin reglas con las cuales predecir lo que va a pasar en el encuentro con la otra. Hay que inventar. Hay que inventarse[1]. En eso estamos: Baruyera, cultura Tortillera. [1] (Ser otra. Por hoy, para ella, esta noche; acá, en este trabajo, acá, con los chicos; y así. explorar las posibilidades de no los modos de habitar, sino los modos de ser. Las infinitas posibilidades de ser, nuestra potencia. Sin hacernos cargo de las reglas –pero si midiendo las consecuencias…-, haciéndonos cargo de nuestros deseos –incluso para decirnos a nosotras mismas ese deseo es heteropatriarcal, y no lo voy a vehiculizar- Cuidado, mirar para atrás y dudar, -caminos oscuros-, lo que alguna vez tanto queríamos, se deshace. las que tenemos pibes -algunas-… (Quizá los trajimos al mundo estafadas, engañadas, coaccionadas). Sí, ¿y qué? Ahora los amamos –todo lo que podemos…-, tratamos de no enojarnos cuando las abuelas y las tias les dicen que las lesbianas bla -grrrr-, y les explicamos 85 veces que Vero y Sonia son novias -zzzzz- [y nos buscamos una novia a la que le gusten los chicos]).

lunes, 20 de octubre de 2008

Argumentos, leyes, desvíos. Feminismo y neoconservadurismo

El Senado de la Provincia de Buenos Aires acaba de aprobar un proyecto de ley impulsado por los bloques mayoritarios (FPV y Coalición Cívica) que estipula la creación del llamado “registro provincial de violadores”. En este registro se asentarán la identidad y demás datos personales de los condenados por delitos contra la integridad sexual. Al mismo tiempo, el proyecto de ley estipula la creación de un banco de datos genéticos donde “se incluirán los resultados de los estudios genéticos realizados en todas las investigaciones penales, especialmente en las que se investiguen delitos contra la vida, la integridad sexual, la identidad o la libertad de las personas". Esperamos que este proyecto oriente al feminismo local a una profunda reflexión acerca de cómo ciertos argumentos que nuestro movimiento creó con fines emancipatorios, tienen una enorme solvencia política para el neoconservadurismo. No estamos de acuerdo con un registro de violadores, ni con la creación de un banco de datos genéticos: 1) Porque la mayoría de los violadores son conocidos por las mujeres violadas. Están dentro de sus hogares, escuelas, oficinas, clubes, comisarías, parroquias, juzgados, vecindarios. Conocemos sus rostros porque violan a cara descubierta. Y aún denunciándolos a cara descubierta prevalece la indulgencia, la sospecha hacia las víctimas y la impunidad. 2) Porque debilita la credibilidad de las mujeres: asume que la prueba material (el dato genético) es imprescindible/necesario/determinante para hacer valer nuestro derecho a la integridad. 3) Porque no tenemos esperanzas de que los curas o los violadores de prostitutas y travestis estén en el registro. Tampoco nos ilusionamos con que el registro considere violadores a los varones que fuerzan a sus legítimas esposas dentro de una relación matrimonial. 4) Porque alimenta el mito del violador serial y crea un nuevo sujeto: el “violador de baldío”. No promueve cambios sociales, simbólicos ni políticos para reducir la violencia sexual. 5) Porque confiere poder a la policía y no garantiza que los violadores vayan a la cárcel. Al incluir delitos contra la libertad (secuestros) y registrar datos genéticos de “todas las investigaciones penales”, se devela el verdadero deseo que impulsa la ley y que ésta disfraza con argumentos de “protección a la mujer”. Intuimos que seremos la excusa para criminalizar a los sujetos vulnerables de siempre. 6) Porque si consideran que es un delito tan grave, promoverían cambios en las condiciones que hacen posible una violación. Los violadores son varones que se exceden en el ejercicio de poder que el patriarcado pornocapitalista les otorga; poder que ningún juez, periodista, policía, cura o padre de familia cuestiona. 7) Porque la sociedad educa a los niños para que sean violadores y a las niñas para que sean violables, y después los culpabiliza apelando a la responsabilidad individual. 8) Porque penaliza a las personas y no a las acciones, y esto es inconstitucional. Al etiquetar a alguien de por vida se le quita la posibilidad de modificar sus conductas. 9) Porque supone que la sobreviviente de una violación no puede jamás reponerse del trauma, con lo cual sería justo marcar al violador de la misma manera, de por vida. Pero la violación no es un estigma, ni para la víctima ni para el violador. Es un abuso de poder de los más violentos que puedan imaginarse, y uno de los pocos que están penados por ley. 10) Porque nunca fue un objetivo feminista tener un registro de este tipo. PUBLICADA EN BARUYERA 5

lunes, 13 de octubre de 2008

Porteñas al Borde 2

Charo Márquez Ramos

mediacharo@gmail.com

En 1999, la Organización Mundial y la Panamericana de Salud elaboraron un sistema de selección de donantes, según acuerdos del Consenso sobre Selección de Donantes en Bancos de Sangre. A partir de ese momento, pueden donar sangre quienes cumplan con ciertos parámetros básicos de salud e higiene y con, claro, cierta conducta moral.

Yo no puedo donar sangre. De las personas que conozco, nadie puede donar. Ni mi mamá puede donar sangre.

De mis compañerxs de laburo, no sé, quizá alguien, sólo quizá.

El día que conocí a una gran amiga, M. llegó al patio de la Facultad. Yo estaba sentada junto a una amiga nuestra y M. dijo: “no pude donar sangre porque cojí con más de dos flacos en el último año. ¡Pero me cuidé!”. Estaba indignada. Me indigné.

Al tiempo, una amiga de mi pareja necesitó que donáramos sangre. Yo tampoco pude donar. Mi pareja tampoco. Probablemente, de sus amigxs, solo algunxs hayan podido.

Aunque el riesgo de contraer infecciones de transmisión sexual entre mujeres sea casi nulo. Aunque el THC sólo quede en sangre dos meses. Aunque el preservativo elimine (bien usado) la posibilidad de contagio de VIH/SIDA y del resto de las ITS (infecciones de transmisión sexual), sigue importando más el código de conducta de la gente que su salud.

Si un chico gay quisiera donar sangre, no podría, aunque se haya cuidado en sus relaciones sexuales. Porque no importa que quiera ayudar a alguien, que sea mayor de 18 años, que pese más de 50 kilos, que no haya tenido ninguna enfermedad en el último año, importa con quién tiene relaciones sexuales. Ni siquiera importa cómo, si es con penetración o no, si es sexo oral o no. Si conocía a la persona o no. Si usó forro o no.

En el formulario de selección, no aparece la opción “Me hice el test de VIH/SIDA hace menos de un año y me dio negativo/positivo”.

Entonces, una enorme cantidad de gente queda al margen de donar sangre. Y expuesta frente al formulario, a quienes lo leen, a quienes esperaban recibir su donación.

¿Es real que esta ciudad es la capital del electorado inteligente? ¿La ciudad gay de Sudamérica? ¿Qué los distintos gobiernos han fomentado el turismo LGB (el resto de las letras, lxs gobernadorxs no las conocen)? ¿Que es una de las pocas ciudades en las cuales personas del mismo género pueden, por lo menos unirse civilmente? ¿Que las marchas del orgullo son enormes?

¿Cómo puede ser que en Buenos Aires, ninguna persona no heterosexual, no monogámica pueda donar sangre?

Creo que, evidentemente, el sistema de salud y el jurídico no están a la altura de las circunstancias.

Que después no digan que “TODOS podemos donar”.

Publicada en Baruyera 5

viernes, 14 de marzo de 2008

Anticipo Baruyera 5: ¿Las lesbianas somos mujeres?

Columna: ¿Las lesbianas somos mujeres? Los medios de comunicación Por Verónica Marzano vemar_00@hotmail.com La imagen de la mujer en los medios de comunicación ha cambiado. En estas últimas dos décadas la idea de una mujer dueña de su cuerpo, de su deseo y su erótica impulsada por el feminismo, ha sido releída por los medios y traducida como mejor le conviene al mercado. Los medios de comunicación como maquinaria ideológica de la hegemonía occidental capitalista puesta al servicio de generar “sentido común” han logrado traducir la lucha de las mujeres por la propia autonomía, entre otras cosas, como una lucha por el consumo: cirugías estéticas, gimnasios, medicamentos, ropa, sexo, placer, diversión, cuerpos. La mercantilización del cuerpo es la contracara de las propuestas de los movimientos emancipadores (feminista, postfeminista, etc.) que piensan la libertad sexual desde la autonomía y no desde nuevos paradigmas de la economía mundial. En este contexto la visibilidad lesbiana es uno de los productos más cotizados. Una mujer sexualmente poderosa que libremente desea o es deseada por hombres o mujeres indistintamente parece ser la panacea de la liberación “femenina”. Todo pareciera indicar que la sociedad comienza a aceptar que las mujeres podemos elegir tener contactos sexuales con quien nos plazca sin importar su sexo o género. Pero si rasgamos la superficie de esta pátina lustrosa, lo que se devela inimaginable en la construcción de estas imágenes conceptuales es que una mujer rechace sexualmente a los hombres y/o reniegue de la feminidad como expresión de género. Por ejemplo en las publicidades de autos y desodorantes o, últimamente, una que se refería a las mujeres como “3 por 1”, las chicas (muy femeninas) coquetean entre ellas hasta que un hombre aparece en escena y generalmente parten con él. Así la lesbiana, convertida en la representación de la “nueva mujer” que puede ser cualquier mujer, termina no siendo ninguna. Guiddens dice al respecto que la hipervisibilidad lésbica aparece como un fenómeno en el que se muestra lo que no es: enseña lo que es permeable al poder, pero un poder concreto ligado a los roles sociales de los sexos. Un poder que quiere que los hombres no pierdan el suyo sobre las mujeres. Poner a las lesbianas bajo el poder del falo es la reacción que se produce desde el capitalismo a la posibilidad de que las mujeres no quieran tener sexo con hombres y consiguientemente no quieran ofrecer sus servicios reproductivos, domésticos y personales a bajo precio. En este sentido la política lesbiana ya no se concentra en “desocultar lo oculto” sino, como dice Sedgwick, la nueva batalla se da entre “diferentes marcos de visibilidad”. En esto juegan un rol fundamental los movimientos identitarios, divididos, en principio, en aquellos que piensan en el acceso a la ciudadanía a través de políticas asimilacionistas -utilizando como estrategia la integración a como de lugar en el mercado y los medios de comunicación, y por tanto, aceptando sumisamente esta pseudo visibilidad consumista y heteropatriarcal que deriva en sostener una burda imitación de la economía erótica, los pactos políticos heterosexuales y la aceptación de los modelos de feminidad actuales- y aquellos que piensan en mantenerse en la posición de verdaderas minorías potencialmente transformadoras de la cultura requiriéndole al estado, en todo caso y estratégicamente, proteja las nuevas formas relacionales que las lesbianas plantean como mejores para sus vidas y generando desde los márgenes imágenes abiertas, permeables y creativas de cómo experimentar el cuerpo y las relaciones. Podemos pensar, entonces, que si ser lesbiana es estrictamente ser “cualquier mujer” en ese corrimiento se niegan todos los sentidos múltiples y diferentes que aparecen con la disidencia sexual y se sojuzga cualquier indicio de creatividad en el ejercicio de la erótica y las relaciones bajo el imperio de la norma heterosexual. Así, la representación de las lesbianas desde una mirada monofocal, abstraída de otros componentes culturales y sociales y anclada en la imagen occidental capitalista de “la nueva sexualidad de la mujer” opera devolviendo a la invisibilidad otras formas de vivir y expresar la sexualidad alejadas de la normativa hetero y, por lo tanto, resulta tan falsa como la idea de la “aceptación” del lesbianismo como ejercicio político/erótico cotidiano. Por Verónica Marzano Vemar_00@hotmail.com La imagen de la mujer en los medios de comunicación ha cambiado. En estas últimas dos décadas la idea de una mujer dueña de su cuerpo, de su deseo y su erótica impulsada por el feminismo, ha sido releída por los medios y traducida como mejor le conviene al mercado. Los medios de comunicación como maquinaria ideológica de la hegemonía occidental capitalista puesta al servicio de generar “sentido común” han logrado traducir la lucha de las mujeres por la propia autonomía, entre otras cosas, como una lucha por el consumo: cirugías estéticas, gimnasios, medicamentos, ropa, sexo, placer, diversión, cuerpos. La mercantilización del cuerpo es la contracara de las propuestas de los movimientos emancipadores (feminista, postfeminista, etc.) que piensan la libertad sexual desde la autonomía y no desde nuevos paradigmas de la economía mundial. En este contexto la visibilidad lesbiana es uno de los productos más cotizados. Una mujer sexualmente poderosa que libremente desea o es deseada por hombres o mujeres indistintamente parece ser la panacea de la liberación “femenina”. Todo pareciera indicar que la sociedad comienza a aceptar que las mujeres podemos elegir tener contactos sexuales con quien nos plazca sin importar su sexo o género. Pero si rasgamos la superficie de esta pátina lustrosa, lo que se devela inimaginable en la construcción de estas imágenes conceptuales es que una mujer rechace sexualmente a los hombres y/o reniegue de la feminidad como expresión de género. Por ejemplo en las publicidades de autos y desodorantes o, últimamente, una que se refería a las mujeres como “3 por 1”, las chicas (muy femeninas) coquetean entre ellas hasta que un hombre aparece en escena y generalmente parten con él. Así la lesbiana, convertida en la representación de la “nueva mujer” que puede ser cualquier mujer, termina no siendo ninguna. Guiddens dice al respecto que la hipervisibilidad lésbica aparece como un fenómeno en el que se muestra lo que no es: enseña lo que es permeable al poder, pero un poder concreto ligado a los roles sociales de los sexos. Un poder que quiere que los hombres no pierdan el suyo sobre las mujeres. Poner a las lesbianas bajo el poder del falo es la reacción que se produce desde el capitalismo a la posibilidad de que las mujeres no quieran tener sexo con hombres y consiguientemente no quieran ofrecer sus servicios reproductivos, domésticos y personales a bajo precio. En este sentido la política lesbiana ya no se concentra en “desocultar lo oculto” sino, como dice Sedgwick, la nueva batalla se da entre “diferentes marcos de visibilidad”. En esto juegan un rol fundamental los movimientos identitarios, divididos, en principio, en aquellos que piensan en el acceso a la ciudadanía a través de políticas asimilacionistas -utilizando como estrategia la integración a como de lugar en el mercado y los medios de comunicación, y por tanto, aceptando sumisamente esta pseudo visibilidad consumista y heteropatriarcal que deriva en sostener una burda imitación de la economía erótica, los pactos políticos heterosexuales y la aceptación de los modelos de feminidad actuales- y aquellos que piensan en mantenerse en la posición de verdaderas minorías potencialmente transformadoras de la cultura requiriéndole al estado, en todo caso y estratégicamente, proteja las nuevas formas relacionales que las lesbianas plantean como mejores para sus vidas y generando desde los márgenes imágenes abiertas, permeables y creativas de cómo experimentar el cuerpo y las relaciones. Podemos pensar, entonces, que si ser lesbiana es estrictamente ser “cualquier mujer” en ese corrimiento se niegan todos los sentidos múltiples y diferentes que aparecen con la disidencia sexual y se sojuzga cualquier indicio de creatividad en el ejercicio de la erótica y las relaciones bajo el imperio de la norma heterosexual. Así, la representación de las lesbianas desde una mirada monofocal, abstraída de otros componentes culturales y sociales y anclada en la imagen occidental capitalista de “la nueva sexualidad de la mujer” opera devolviendo a la invisibilidad otras formas de vivir y expresar la sexualidad alejadas de la normativa hetero y, por lo tanto, resulta tan falsa como la idea de la “aceptación” del lesbianismo como ejercicio político/erótico cotidiano.

jueves, 15 de febrero de 2007

Índice de Contenidos / Baruyera 5

2 Editorial 5 baruyera
3 Cartografía: XXIII Encuentro Nacional de Mujeres gabi dv y Verónica Marzano
5 Te cuento mi encuentro Charo Márquez Ramos
6 Algunas palabras sobre El cuerpo lesbiano Monique Wittig, traducción de Paula Torricella
8 Porteñas al borde 2 Charo Márquez Ramos ´
8 Lógicas desviadas. Hoy: Ser o no ser… Lesbiana kimiko
9 Cuerpos con nombre y apellido Mariano Fernández Valle
10 Cuerpos y derechos Aluminé Moreno
12 En que quedó la ley de Educación Sexual Integral: ¿Quiénes y de qué hablarán en las escuelas? gabi dv entrevista a Graciela Morgade
14 Reflexionar contra la heteronormatividad en educación gabi dv entrevista a Valeria Flores y a Sonia Gonorazky por mail
16 Acerca de la construcción del cuerpo sexuado gabi dv
17 Comentario de un libro baruyero: Cuerpos Sexuados Sonia Gonorazky
18 Mujeres y medios de comunicación Verónica Marzano
19 Polaroid de locura lésbica 5 Charo Márquez Ramos
20 Manifiesto Lésbico Anticapitalista
20 Libros y/o revistas recibidxs y/o leíd@s y/o recomendad*s
21 Rosario: Archivo y Biblioteca Lésbica Ilse Fuskowa Amalia Hidalgo entrevista a Natalia Bolcatto
22 Reparación histórica: Doña Rosa, la cara oculta de las cosas Paula Torricella entrevista póstumamente a Doña Rosa
23 Caospolitan aconseja: ¿Cómo excitar sexualmente a una mujer? Presunta Extremista
24 Argumentos, leyes y desvíos. Feminismo y neoconservadurismo: registro de violadores de la provincia de Buenos Aires
25 MUJERES POR EL ACCESO AL ABORTO LEGAL 26 Mujeres vs. Estado: Una batalla letra a letra 27 Opinión: La gestación como problema de quien tiene útero Verónica Fulco 27 Lobo suelto, cordero atado… o del aborto, la cárcel y la vida de una mujer del conurbano bonaerense CoPaDi 28 Testimonio: Historias Inauditas gabi dv entrevista
Me-moria (el diario de la lesbiana invisible) Dibujo: Ayelén Brunet Guión: Sonia Gonorazky
Tortina Tortina

viernes, 13 de enero de 2006

polaroid de locura lésbica 5

No podía seguir escuchando sobre Argelia. Ni mirar a Martín que la miraba cómplice del aburrimiento. Necesitaba fumar, salir del aula, gritar, bañarse. Encontrarse con Ella y gritarle. Gritarle todo lo que le había querido decir desde que se enteró. No sólo lo que Clara sospechaba desde hacía años era cierto, sino que, a demás, se lo habían ocultado. Cobardes. Las dos. Ella y Flora. La chica que Clara había conseguido para que atajara en el equipo de Ella. Se sentía traicionada. Ultrajada. Mínima. Sobre todo se sentía mínima. Insegura de cada cosa que decía y hacía. Ahora Mariana podría estar acostándose con su mejor amiga y ella no enterarse. Y ella acompañando esa situación por omisión o por negación. ¿Y si estaba pasando todo eso? De golpe, el mundo de Clara, ese mundo tan irrompible que había construido, lleno de trincheras que tenían guardias las 24 horas. Con happy places a los que iba cuando estaba mal. Con miles de fotos en la computadora que le recordaban su vida entera. Todo, todo estaba puesto en duda. ¿Y si nada de eso había sido como ella creía? Cómo no preguntarse si no fue su culpa. Cómo no pensar que la cordobesa que ella misma que otra vez que no puede ser, el índice de probabilidades. Cómo mirar todas esas fotos y no pensar que son otras personas. Que ella no es quien aparece sonriendo porque, cómo podría haber sonreído cuando toda una vida le pasaba por atrás. Y si la cordobesa. No podía ni decirlo. Se sentía tan chiquita. Martín la miró a los ojos y le dijo: che, ¿qué te pasa? Clara salió disparada. Se chocó con todo lo que pudo. Doscientas personas se dieron vuelta para verla y reírse. De ella. Que solo quería poder salir y llorar en paz. Sola. Gritar. Fumarse un cigarrillo. Gritarle en la cara a Ella que ahora todo su mundo estaba puesto en duda. Que de golpe, todo lo que le pertenecía, se le fue. Se lo había expropiado la persona con quien había pasado dos años de su vida. Ya no podía pensar en Mariana con la misma tranquilidad de siempre. No podía ni respirar sin sentir que alguien le podía sacar el aire cuando quisiera y que, encima, podía no darse cuenta. Llamó a Lila. Le vomitó todo. Planificaron un ataque con molotovs en la casa de Ella. Quebrarle la tibia. Robarle los botines. Algo. Pero nada le iba a devolver las certezas a Clara. Clara estaba sola en Parque Chacabuco. Medía cinco centímetros. Fumaba un Gitanes tras otro. Escuchaba Spinetta y no podía dejar de llorar y de odiar. Y de preguntarse qué estaría haciendo la cordobesa en ese momento. En el cuaderno escribió, con una microfibra verde, casi mintiéndose, casi para imponérselo: por más que me fuercen, yo nunca voy a decir que todo el tiempo por pasado fue mejor, mañana es mejor. Se secó la cara. El otoño había llenado la plaza de hojas secas. Sintió frío. Giró el torso para sonarse la espalda. Se levantó y agarró Mitre para Rivadavia. Para el 132 a Barrio Norte. Para su happy place.