viernes, 7 de diciembre de 2007


SALIENDO DEL CLOSET


Contarles a los padres, hermanxs y amigxs que unx es lesbiana, gay, bi, trans- la sigla que gustes de la lista de lxs no heterosexuales que se ha dado en llamar la “comunidad GLTTTBIQ”- es, para la mayoría, comparable a hacer bungee jumping... con una cuerda de la que se sospecha que se va a romper cuando lleguemos al final de la caída. Salir del closet no es poca cosa; los riesgos son reales y hay que juntar coraje para encarar a nuestros seres queridos cuando es posible que se comporten como si nos hubiéramos convertido en asesinxs de ancianxs o cosa parecida.
Quizás sea por eso por lo que se habla de la salida del closet. Es cierto que pocas instancias pueden ser tan terribles como la primera, pero de todas formas, vivir en este mundo implica tener que abrir esa puerta todo el tiempo. Cada vez que por descarte se asume que unx es hetero, se vuelve a plantear el dilema: ¿decir o no decir? Y cada vez que el miedo y la vergüenza nos superan (porque, por supuesto, la homofobia internalizada es casi como la lengua materna, y no hay “salida” que pueda borrar, de una sentada, años de rechazo) volvemos a quedar encerradxs entre las cuatro paredes de esta jaula del miedo absurdo de lxs otrxs y del prejuicio hecho venganza.
Así, resulta que salir del closet es, en realidad, agrandar el closet. Hacer un poco más amplio nuestro encierro a fuerza de visibilidad, de pequeñas acciones cotidianas para reivindicar como derecho lo que lxs demás, en su autoproclamada condición de “normales”, dan por sentado para sí mismxs.
¿Decir o no decir? No te confundas: nombrarnos implica no ser. Lxs nadies, tapadxs a plena luz del día, solo tenemos nuestra palabra para darnos una identidad. No “etiqueta”. Identidad. Que te asuman hetero hasta que demuestres lo contrario no es una simple confusión; te obliga a dar explicaciones, a ser “lo otro”, a que alguien te diga que está bien, que te acepta igual... Como si tuviera ese derecho. Como si a ese otrx (hetero) se le cruzara por la cabeza pedirte a vos permiso para ser. Alegar que unx “no tiene necesidad de andar gritando a los cuatro vientos quién es” no es más que otra de las máscaras de nuestra vergüenza. Tan ridículo como decir que lo que unx hace con otros humanos, del género que sea, queda entre cuatro paredes.
Pero yo no vivo entre cuatro paredes. Ningunx de nosotrxs es una monja de clausura; trabajamos, estudiamos, estamos en la calle, somos “del pueblo” (hasta que el pueblo se da cuenta de que estamos ahí y nos corre a pedrazos, insultos y edictos, por supuesto).
La visibilidad, que es ni más ni menos que estar en el mundo desde nuestra propia identidad, es la única posibilidad que tenemos de mantener abierto el closet. Y necesitamos salir de ahí para poder considerarnos a nosotrxs mismxs, por fin, dignxs de ser. Tenemos que creer realmente, todxs, que merecemos algo mejor. Para poder luchar por eso. Ser visible para convertirse en un buen blanco de la violencia heterosexista, claramente, no es un objetivo personal y político muy deseable que digamos. Pero es una instancia necesaria para poder, algun día, salir de todos los closets a un mundo donde valga la pena vivir.


josefina ramón

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