Con este pequeño texto propongo que descolonicemos nuestros cuerpos del ojo ajeno, que nos los apropiemos y los declaremos territorios liberados de prejuicios y cargas socio-culturales que no nos representan. En lo personal, creo que es un ejercicio muy liberador.
Para lograr este gran objetivo debemos comenzar por reconocer cuáles son las construcciones impuestas que asimilamos de alguna forma u otra. Prácticamente todo lo socio-cultural es una construcción, desde el momento que nos asignan el color rosa o la marca “sexo femenino” en el DNI hasta el momento en que la heteronormatividad da por sentado que la nena deberá de tener algún noviecito o un supuesto instinto materno.
En el momento del análisis surgen muchas preguntas:
¿Qué creo que representa mi cuerpo? ¿Qué quiero que represente? ¿Cuáles son las cargas que mi entorno construye entorno a mi cuerpo? ¿Qué es lo que quiero cargar como propio?
Estas preguntas tienen miles de respuestas, pero lo más importante es poder reconocer que las construcciones heredadas pueden ser cuestionadas. Ya que en muchas oportunidades, casi inconscientemente, asumimos como “verdaderas” o “propias” distintas afirmaciones establecidas dentro de la construcción social perteneciente al tercermundismo patriarcal que nos rodea, y en verdad no nos representan en lo más mínimo. Grandioso es poder desligarnos del gran estigma con el que convivimos, me refiero a los distintos estereotipos en donde las mujeres somos, sin lugar a dudas, las más castigadas.
Nuestros cuerpos hablan. Se expresan y construyen. Los mismos pueden ser una herramienta infalible para interactuar con nuestro entorno, dependiendo de cuán concientes seamos de lo que nuestros cuerpos generan a partir de su lenguaje.
El lenguaje del cuerpo es libre y debemos dejarlo fluir. Nuestros cuerpos son amplios campos de batallas que debemos defender como lo más propio y genuino.
Porque desde ese lugar yo soy quien decide:
si mi pelo es corto,
o si deseo abortar,
o si rechazo el estereotipo anoréxico que promueve esta sociedad,
o si prefiero mostrarle al mundo que las mujeres también tenemos vellos en el cuerpo,
o si deseo acostarme con hombres y ser lesbiana.
Las invito a quitarse todas las cargas que les fueron asignadas desde pequeñas y no les pertenecen. Les propongo que se conozcan, que entren al fascinante universo de sus cuerpos, sus sentidos, sus placeres. Que identifiquen el conjunto de partes sueltas que forma el límite, la frontera entre la individua y lxs demás. Porque una puede comunicarse con un lenguaje prestado, siempre y cuando reivindique su propia idea.
Amalia A. Hidalgo
Amy_and@hotmail.com
Para lograr este gran objetivo debemos comenzar por reconocer cuáles son las construcciones impuestas que asimilamos de alguna forma u otra. Prácticamente todo lo socio-cultural es una construcción, desde el momento que nos asignan el color rosa o la marca “sexo femenino” en el DNI hasta el momento en que la heteronormatividad da por sentado que la nena deberá de tener algún noviecito o un supuesto instinto materno.
En el momento del análisis surgen muchas preguntas:
¿Qué creo que representa mi cuerpo? ¿Qué quiero que represente? ¿Cuáles son las cargas que mi entorno construye entorno a mi cuerpo? ¿Qué es lo que quiero cargar como propio?
Estas preguntas tienen miles de respuestas, pero lo más importante es poder reconocer que las construcciones heredadas pueden ser cuestionadas. Ya que en muchas oportunidades, casi inconscientemente, asumimos como “verdaderas” o “propias” distintas afirmaciones establecidas dentro de la construcción social perteneciente al tercermundismo patriarcal que nos rodea, y en verdad no nos representan en lo más mínimo. Grandioso es poder desligarnos del gran estigma con el que convivimos, me refiero a los distintos estereotipos en donde las mujeres somos, sin lugar a dudas, las más castigadas.
Nuestros cuerpos hablan. Se expresan y construyen. Los mismos pueden ser una herramienta infalible para interactuar con nuestro entorno, dependiendo de cuán concientes seamos de lo que nuestros cuerpos generan a partir de su lenguaje.
El lenguaje del cuerpo es libre y debemos dejarlo fluir. Nuestros cuerpos son amplios campos de batallas que debemos defender como lo más propio y genuino.
Porque desde ese lugar yo soy quien decide:
si mi pelo es corto,
o si deseo abortar,
o si rechazo el estereotipo anoréxico que promueve esta sociedad,
o si prefiero mostrarle al mundo que las mujeres también tenemos vellos en el cuerpo,
o si deseo acostarme con hombres y ser lesbiana.
Las invito a quitarse todas las cargas que les fueron asignadas desde pequeñas y no les pertenecen. Les propongo que se conozcan, que entren al fascinante universo de sus cuerpos, sus sentidos, sus placeres. Que identifiquen el conjunto de partes sueltas que forma el límite, la frontera entre la individua y lxs demás. Porque una puede comunicarse con un lenguaje prestado, siempre y cuando reivindique su propia idea.
Amalia A. Hidalgo
Amy_and@hotmail.com
LA ILUSTRACIÓN ES OBRA DE CRISTINA COLL: FEDERICO, ACRILICO SOBRE TELA
2 comentarios:
hola Amy!, estoy probando mis habilidades bloguísticas. Si no te gusta como quedó este posteo, modificalo a tu criterio. Besos.
quedo perfecto! lo único que modifique fue la etiqueta! pero igual me parece genial! besitos
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