miércoles, 13 de junio de 2007
Editorial baruyera 2 junio de 2007
Otra historia de visibilidad
¡Llegamos a la Baruyera Nº 2, aquí estamos! Recuerdo que el 4 de junio, con los primeros 40 ejemplares de Baruyera que salieron “del horno” ese día, no imaginamos ni el tamaño de la puerta enorme que estábamos abriendo y abriendonos, ni los recorridos posibles que nos iba a proponer el camino ancho que inaugurábamos. Pasaron dos meses largos, casi tres. Nos demoramos un poquito más de lo previsto pero al fin y al cabo ¿de dónde nos viene esa compulsión por los tiempos cronométricos, tan moderna, tan capitalista (conceptos –ya sé- que por estar tan incrustados en nuestra propia carne pueden parecer pretensiosos y naif al mismo tiempo? Nos demoramos un poquito según esos estándares, pero aquí estamos, sonrientes, felices, impetuosas e impetuosos.
Baruyera no deja de sorprendernos y de desafiarnos. Cuando surgió la idea de hacer esta revista, pensamos en que fuera un lugar de encuentro, de reflexión, un espacio para divertirse y para pensar, para crear y para destruir. Baruyera entró en los teatros independientes de Buenos Aires, entró a los Centros de la Mujer, alguien la encontró en un banco en alguna estación de subte, alguien nos escribió “no soy ni feminista ni lesbiana, pero la revista me hizo pensar en muchas cosas”… ¡eso es lo que nosotras nos propusimos, lo que nos proponemos! Gracias a la valiosa ayuda de amigas y conocidas, Baruyera llegó a Neuquén, Lanús, Santa Fe, Pergamino, La Plata, a Chile, México, Costa Rica, a España…
Transitando por Buenos Aires, con algunas Baruyeras bajo el brazo, en muchos lugares a los que llevamos la revista nos encontramos con que es más fácil ser lesbiana que ser feminista. Tal vez esta constatación parezca demasiado obvia para algunas, pero eso no le quita relevancia. Para muchas personas, ser lesbiana es apenas una opción sexual de “mujeres con mujeres”. No es así para nosotras. Para muchas personas, ser feminista es apenas “que el marido saque a la calle la basura”… y se equivocan (no por malicia, seguramente, sino justamente porque son un poco más “normales” y no lograron romper críticamente con algunas de las imposiciones culturales del patriarcado. Para algunas personas, ser feminista es apenas “estar a favor de la despenalización del aborto”.
Hay mucho más que todo esto en identificarse (o mejor en “adjetivarse”, en “nombrarse”) como lesbiana, como feminista. ¿Qué habrán pensado quienes nos sonrieron cómplicemente al escucharnos decir “somos lesbianas” pero levantaron consternadamente una ceja ante el “somos feministas”? Obviamente, no puedo saberlo. Pero sí puedo afirmar que la cultura hegemónica sigue inculcando con éxito la idea de que el ejercicio de la sexualidad la lesbiandad (y cualquier forma de sexualidad) es algo que ocurre “entre las cuatro paredes de una habitación” (y por eso el guiño que suma una complicidad condescendiente al “!qué me importa, querida!”), mientras que las ideas sobre el lo que es feminismo se referirían parecen referirse a otro espacio del mundo (por cuestionable que sea, eso de “sacar la basura” ya evidencia un afuera de las cuatro paredes de la privacidad) más amplio y por eso, tal vez, incomoda más.
No corresponde en absoluto proponer aquí una fórmula del estilo “Querida gente: el feminismo/lesbianismo es…”, porque las formas de pensar y de vivir son múltiples, quizá infinitas, por lo que resultan improcedentes tanto el singular como la pretensión de definir o caracterizar. Pero indudablemente considero que son movimientos enormes, casi universales (la última expresión tiene un tufillo positivista que debe tomarse con simpatía) que conducen a la libertad.
Para comenzar a salir, a romper el corset (¿el clóset, dijo?) del sentido común sirve como punto de partida esta tosca separación de los campos de interés, ¿por qué a veces inquieta más una feminista que una lesbiana? También hay ocasiones en que ocurre lo contrario, pero seguramente el argumento podrá aplicarse de todos modos. Según la mirada del sentido común que estoy interpelando ¿?, se marcaría una diferencia entre lo que está en el ámbito de la intimidad (de lo privado) y de lo público. Aún en la situación que me resulta tan paródica de pensar el feminismo como tan poco como “quién saca la basura” ya está implícita la molesta autoridad para delegar, la ocupación del espacio público, salir de esas cuatro paredes (por erróneas que yo las considere), aunque también está la aceptación de la norma heteropatriarcal de tener marido y sentirse gratificada porque consiente en sacar la basura… Por cierto, yo no creo en esas caracterizaciones de la lesbiana ni de la feminista, pero encuentro en ellas elementos para reflexionar, y muchos.
En esta segunda Baruyera nos proponemos poner en evidencia los múltiples significados que encierra –para cada una de nosotras- la palabra lesbiana, y la praxis lesbiana, el contenido profundamente político que conserva –como un signo de sojuzgamiento- aún en el caso de la persona sonriente que pensó que yo le estaba contando un “chisme de alcoba”. Para quienes por una razón u otra tenemos una postura crítica hacia el mundo en que vivimos, siempre es bueno encontrar las fisuras por donde inmiscuirnos con nuestras disidencias. Entonces no va a ser tan difícil, aprovechar la complicidad ingenua de quien no quiere espiar debajo de mi sábana para seguir instalando, entre todas nuestra subversiva forma de estar en el mundo, nuestra forma de hablar de él.
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