Juana y Julieta son dos mujeres de pueblo. No son jóvenes y durante por lo menos la
mitad de sus vidas han accedido a complacer-se cumpliendo los sueños que otros asignaron
para ellas. Alguna vez intenté imaginar cómo habría sido el instante mágico en que
decidieron largarse a soñar sus propios sueños y cuál el instrumento que obró tan grande
desafío. Pero la bruja no reveló el secreto y ni mi imaginación, ni toda mi capacidad de
repensar las conductas ajenas, me alcanzaron para encontrar la clave que llevó a esa
ruptura en el devenir “lógico” de la vida de esas mujeres diseñadas arbitrariamente como
pequeñas “máquinas”.
Lo cierto es que la historia cuenta que un día “Juanita y Julieta” dieron forma a su propia
rebeldía y con ella expusieron a su sociedad a la herejía de quienes no piden permiso: dos
mujeres, unidas, un pueblo, y la mayor prohibición: DECIDIR NO OCULTARSE.
La cantante nos alienta con sus versos: “Voy a omitir maldecidos disparates/ y las venganzas
juradas por pecar/ lo cierto es que Juanita y Julieta/ no se fugaron ni dejaron de cantar/
Despierta, mujer, en mis senos/ despierta, yo estoy en los tuyos/ que a este mundo le falta
le falta, le falta,/ alguien que le haga baruyo.”
Asi, “baruyo” se convirtió para mí, en el símbolo de la unidad entre mujeres. Affidammento
para algunas, sororidad para casi todas. No tengo idea de si Juana y Julieta eran amantes,
amigas, compañeras, cómplices o todo a la vez. Sí sé que me asomo al mundo desde la
baruyera que soy y lo encuentro lleno de mujeres amándose y aliándose entre sí, con
amores y formas de alianzas inimaginables para los historiadores oficiales de la parte de
la humanidad asignada al silencio. Baruyeras todas ellas, en busca de un nuevo orden
civilizatorio que, por fin, nos pertenezca y en el que no nos sintamos tan “extrañas”.
“Baruyeras” son entonces, las mujeres que no se esconden, que se rebelan, que se
entrelazan. Las que se enfrentan valientes, a la hostilidad de un “mundo” planeado por
otras mentes, para otros cuerpos, para otros deseos. Mujeres reveladas, mujeres indecentes.
Fantaseando sueños subversivos, modelando nuevos paradigmas. Mujeres transformadas.
Mujeres que abren puertas, mujeres que patean escritorios.
Baruyeras docentes, enfermeras, abogadas. Funcionarias, políticas, empleadas, desocupadas,
estudiantes. Trabajadoras. Mujeres que desafían, que crean, que traman. Mujeres
que inventan nuevas palabras para decir lo que aún no se ha dicho. Mujeres que construyen
innovadoras prácticas: sociales, políticas, lingüísticas, culturales, amatorias.
Mujeres que se piensan distintas. Que se atrincheran, que se abren. Que se animan.
Las musas de Baruyera son Juana y Julieta que, en íntima complicidad deciden elegirse
mutuamente, con la intuición de que sea ese el único camino posible para rescatarse a sí
mismas y en ese reconquistarse colaboran con nuestra propia posibilidad de recuperarnos
en el pensamiento y en la acción.
Por último Baruyera es simplemente la acción que elegimos (o nos eligió, vaya una saber)
algunas “colaboradoras del baruyo”, para contar nuestras intenciones sobre el mundo.
Muchas “hacedoras del baruyo” nos anteceden. Ellas nos iluminan y nos acompañan en
este camino que hoy comienza y que esperamos sea fructífero, divertido y amable.
Amigas, madres, hermanas, activistas, son las manos que tomamos para dar este paso.
Muchas gracias a todas. Y unas muchas gracias especiales a Silvia Palumbo1 que nos
alentó tantísimo y que es la autora de este hermosísimo poema que tanto tiene de ella.
Deseamos humilde y profundamente que Baruyera aporte al pensamiento colectivo y sea
una herramienta de todas en busca de ese nuevo orden que nos tiene tan comprometidas.
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