miércoles, 13 de junio de 2007

EDITORIAL BARUYERA 1 (JUNIO 2007)

Juana y Julieta son dos mujeres de pueblo. No son jóvenes y durante por lo menos la mitad de sus vidas han accedido a complacer-se cumpliendo los sueños que otros asignaron para ellas. Alguna vez intenté imaginar cómo habría sido el instante mágico en que decidieron largarse a soñar sus propios sueños y cuál el instrumento que obró tan grande desafío. Pero la bruja no reveló el secreto y ni mi imaginación, ni toda mi capacidad de repensar las conductas ajenas, me alcanzaron para encontrar la clave que llevó a esa ruptura en el devenir “lógico” de la vida de esas mujeres diseñadas arbitrariamente como pequeñas “máquinas”. Lo cierto es que la historia cuenta que un día “Juanita y Julieta” dieron forma a su propia rebeldía y con ella expusieron a su sociedad a la herejía de quienes no piden permiso: dos mujeres, unidas, un pueblo, y la mayor prohibición: DECIDIR NO OCULTARSE. La cantante nos alienta con sus versos: “Voy a omitir maldecidos disparates/ y las venganzas juradas por pecar/ lo cierto es que Juanita y Julieta/ no se fugaron ni dejaron de cantar/ Despierta, mujer, en mis senos/ despierta, yo estoy en los tuyos/ que a este mundo le falta le falta, le falta,/ alguien que le haga baruyo.” Asi, “baruyo” se convirtió para mí, en el símbolo de la unidad entre mujeres. Affidammento para algunas, sororidad para casi todas. No tengo idea de si Juana y Julieta eran amantes, amigas, compañeras, cómplices o todo a la vez. Sí sé que me asomo al mundo desde la baruyera que soy y lo encuentro lleno de mujeres amándose y aliándose entre sí, con amores y formas de alianzas inimaginables para los historiadores oficiales de la parte de la humanidad asignada al silencio. Baruyeras todas ellas, en busca de un nuevo orden civilizatorio que, por fin, nos pertenezca y en el que no nos sintamos tan “extrañas”. “Baruyeras” son entonces, las mujeres que no se esconden, que se rebelan, que se entrelazan. Las que se enfrentan valientes, a la hostilidad de un “mundo” planeado por otras mentes, para otros cuerpos, para otros deseos. Mujeres reveladas, mujeres indecentes. Fantaseando sueños subversivos, modelando nuevos paradigmas. Mujeres transformadas. Mujeres que abren puertas, mujeres que patean escritorios. Baruyeras docentes, enfermeras, abogadas. Funcionarias, políticas, empleadas, desocupadas, estudiantes. Trabajadoras. Mujeres que desafían, que crean, que traman. Mujeres que inventan nuevas palabras para decir lo que aún no se ha dicho. Mujeres que construyen innovadoras prácticas: sociales, políticas, lingüísticas, culturales, amatorias. Mujeres que se piensan distintas. Que se atrincheran, que se abren. Que se animan. Las musas de Baruyera son Juana y Julieta que, en íntima complicidad deciden elegirse mutuamente, con la intuición de que sea ese el único camino posible para rescatarse a sí mismas y en ese reconquistarse colaboran con nuestra propia posibilidad de recuperarnos en el pensamiento y en la acción. Por último Baruyera es simplemente la acción que elegimos (o nos eligió, vaya una saber) algunas “colaboradoras del baruyo”, para contar nuestras intenciones sobre el mundo. Muchas “hacedoras del baruyo” nos anteceden. Ellas nos iluminan y nos acompañan en este camino que hoy comienza y que esperamos sea fructífero, divertido y amable. Amigas, madres, hermanas, activistas, son las manos que tomamos para dar este paso. Muchas gracias a todas. Y unas muchas gracias especiales a Silvia Palumbo1 que nos alentó tantísimo y que es la autora de este hermosísimo poema que tanto tiene de ella. Deseamos humilde y profundamente que Baruyera aporte al pensamiento colectivo y sea una herramienta de todas en busca de ese nuevo orden que nos tiene tan comprometidas.

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