
Del otro lado están (y siempre han estado ahí) las que no quieren ser madres, ni familia y escapan voluntariamente a aquel destino a través de vericuetos como quedarse soltera, hacerse lesbiana u otras formas más o menos innovadoras como las relaciones heterosexuales no tradicionales (experimento que sigo escudriñando con desconfianza lesbiana ortodoxa).
Mi nuevo aprendizaje desde que participo de la “Línea Aborto más Información Menos Riesgos” es que hay un gran grupo de mujeres que lejos de la polarización “maternidad – no maternidad” deciden estratégicamente según sus necesidades actuales cuándo ser madres o no. El 41% de las 5000 mujeres que llamaron al teléfono durante un año tenía 1 o 2 hijos. Ellas entienden que no es lo mismo quedar accidentalmente embarazada que parir y no es lo mismo parir que ser madres. Y desean, eligen, deciden, actúan en consecuencia.
Ser madre es un hecho cultural historicamente biologizado a fuerza de criminalización, prejuicios y misoginia, por lo tanto la resignificación del deseo de la maternidad en el siglo XXI debe necesariamente matizarse y complejizarse a través del ejercicio de otros derechos: a decidir cuándo, cómo, por qué y con quién ser madres o no.
Las mujeres lo sabemos, por eso, el 40% de los embarazos terminan en abortos. ¿El congreso por su parte, se habrá enterado que la esclavitud se abolío? ¿Que las mujeres votamos, ejercemos cargos publicos, creamos cultura?
Las mujeres lo sabemos, por eso, el 40% de los embarazos terminan en abortos. ¿El congreso por su parte, se habrá enterado que la esclavitud se abolío? ¿Que las mujeres votamos, ejercemos cargos publicos, creamos cultura?
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