HEDWIG, una persona transexual “fallida”, resulta ser la más famosa cantante invisible de punk rock de EEUU. Acompañada por la banda que ella misma creó “THE ANGRY INCH” en la que se destaca su compañero: un varón trans (interpretado genialmente por Melania Lenoir) llegan a Argentina para dar una serie de recitales.
Hedwig, hermosa, fuerte, firme, juega de principio a fin con la fantasía hermafrodita (que sabe un juego, no una certidumbre) y la metáfora de Adán y Eva, versión cristianizada, occidental y moderna, de otros mitos más antiguos que – a propósito y como tantas otras cosas, fueron “olvidados” compulsivamente, para disciplinar imaginaciones y hacer dóciles los cuerpos- calza al dedillo para contar en clave popular la sensación de ser una persona que puede recrear a otra desde y con su propia carne.
Si intentáramos una lectura simplista, diríamos que la fantasía colectiva y falaz acerca de la plenitud de la intersexualidad atraviesa toda la obra y no representa más que los lugares comunes donde se dibujan los “monstruos” asociados a las sexualidades no normativas. Pero el texto y la puesta habilitan otras lecturas, más disruptivas y embriagadoras: la de la plasticidad del cuerpo, la des-generización de quienes los portan, la latente posibilidad de performar (y también per-formatear) todxs aquellxs que queramos ser y nadie a la vez.
Hedwig llora en sus primeras canciones la encerrona en la que la versión cientificista del modernismo deja a los cuerpos. Maniatad__ por la anatomía, su vida, sus sueños y aún su posibilidad de transitar de un país a otro se ven coartadas “todo por un pedacito de piel” (la inquietante “angry inch”). Ese pedacito de piel, o algún otro -porque estas prohibiciones no son exclusivas de los cuerpos que desafiaron a su código genético; sin ir más lejos aquellos que tienen útero también se ven atrapados por la “naturaleza” y todavía obligados a parir cuando NO lo desean, solo por tener un órgano específico. Pero Hedwig habla con su voz y para quienes quieran escuchar, y logra plasmar esta tiranía sobre los cuerpos desobedientes con una claridad contundente.
La obra transita todos las sensaciones posibles: la tristeza, el desconsuelo, la desolación, la ironía y el humor, por ejemplo cuando la cantante punk, describe la carga extra que significa haber elegido ser mariposa en un mundo de gusanos*: “me separé, me quedé sola, sin un peso, en un país lejano y además MUJER!” enfatiza señalando su entrepierna, el lugar por excelencia de los genitales del capitalismo
Sobre la obra:
La puesta es discreta, con una muy banda de rock, escenografía sin estridencias y de fondo, asomando a través de una ventana multimedia astillada, quizás uno de los hallazgos de la puesta, los dibujos que Hedwig hacía en su infancia (entonces, como Hansel) sirven para ponen en contexto aquellos cuerpos desordenados, sórdidos y de a ratos monstruosos. Quizás funcionan como prevención contra la homofobia y el asco de algunos espectadores que equivocadamente circulen por las butacas del Metropolitan II
y también como aliento para irse del teatro pensando que jugar las fantasías en el campo de lo real no es tan imposible.
El sonido, al menos en la función del sábado 2 de febrero, tuvo bastantes y casi imperdonables fallas, pero Germán Tripel pone todo al asador. La larga espera antes de dar sala (más de una hora) se deja pasar porque compensa la buena onda del equipo.
HEDWIG AND THE ANGRY INCH es una gran apuesta de la productora losfeliz http://www.losfeliz.com.ar/ un grupo que evidentemente apuesta a desorganizar. No solo los discursos sino la cartelera porteña. ¡Les deseamos todo el éxito!
Lugar: Metropolitan 2 (Av. Corrientes 1343 – Tel: 5277-0500)
Horario: Viernes 23.30hs y sábados 00.30hs
Precio de las localidades: Desde $ 30.
* La hermosa frase de la mariposa y los gusanos es “hay que animarse a ser mariposa en un mundo de gusanos capitalistas” y pertenece a Lohana Berkins, activista travesti –o como ella quiera llamarse ahora-, fundadora de Alitt (Asociación de Lucha por la Identidad Travesti-Transexual) y de la Cooperativa Nadia Echazú, entre tantas cosas y tantos años de activismo por los derechos humanos.
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